jueves, abril 10, 2008

El eskimo

Últimamente debido a que he estado saturadísimo de trabajo he dejado de nuevo abandonado este sitio que estaba destinado a ser mi bitácora. Valiente bitácora con un post mensual.

Seguimos emocionados por que pronto, ya muy pronto, estará mi bebé con nosotros. He estado presionado por los gastos que se vienen y que tengo bien identificados gracias a que con mi hija si me di de topes en la pared ya que nunca siquiera imaginé que tener un hijo(a) sería tan caro, más aún en estos días de devaluación continua y precios exorbitantes.

Y pensando en esos precios exorbitantes, y debido a que estuve soñando con mi viejita, mi abuela materna, Doña Micaela (así, con mayúsculas) recordé aquella tarde de… Pero como dicen en la Doctores: vamos por partes.

Mi Viejita casi nunca venía a visitarnos, así que cuando lo hacía para mí era un evento sin igual… un gran acontecimiento pues. En unas de las pocas veces que vino, cuando regresé de la escuela, me pidió que la acompañara al mercado porque ella se perdía. Y era literal: no sabía regresar a casa por sí sola, ya que al estar acostumbrada a vivir en el mismo pueblo casi toda su vida, los puntos de referencia habituales no existían. Total que llegando al mercado, compró todo lo que necesitaba y casi para regresarnos sin querer pasamos frente al local de los eskimos (una especie de leche batida con hielo y de diferentes sabores) y se me antojó uno; ella con ese olfato materno que tienen todas las mamás lo notó y me preguntó si quería uno. “Si”, le contesté sin pensar siquiera en si ella tenía dinero para comprarlo. Mi mamá le había dado el dinero exacto para comprar la comida, por lo que no le alcanzaba, además que en esos años nuestro queridísimo presidente Lopez Portillo (sí, aquel que defendería nuestra moneda como un perro) anunciaba una devaluación más. De su propio dinero, que guardaba en un pañuelo amarrado debajo de su blusa, a la antigua usanza de los indígenas mixtecos, compró el eskimo que le pedí. Luego de eso regresamos y el eskimo no duró todo el camino de vuelta; me lo terminé antes de llegar a casa.

Al otro día, le platiqué a mi mamá sobre el eskimo. Me regañó porque mi abuelita venía muy recortada de dinero y quizá no le alcanzaría para las cosas que venía a comprar, su pasaje o cualquier cosa que ella quisiera; que viera que el País estaba de mal en peor, que el dinero ya no alcanzaba (esto como que no me quedaba muy claro en esos años), que si quería el eskimo le hubiese dicho a ella (a mamá) que lo quería para que le diera dinero a mi viejita. Total que en esos años me quedó claro que no anduviera de “pedinche” y menos con mi abuelita.

Cuando falleció mi viejita perdí a una persona importantísima para mí. Gracias a ella comprendí muchas cosas sobre ser padre; mis viejos (papá y mamá) siempre han creído que es gracias a ellos que me convertí en el hijo modelo que creen que soy, pero la verdad, la-neta-la-neta, fue gracias a mi viejita, la televisión y los pleitos que ellos tuvieron. Aunque esto de los pleitos es tema de otro post.

Muchos años después de aquella tarde del eskimo, cuando era más consciente (no mucho, pero si un poco más) entendí que mi viejita me quería mucho; que era capaz de quitarse un pan de la boca para dármelo, capaz de descontar de su presupuesto una cierta cantidad con el único fin de cumplirme un antojo y principalmente, por verme feliz.

Cuando comprendí esto, me cayó un graaan veinte: me di cuenta que ella me amaba con un amor materno inconmensurable, porque anécdotas como ésta tengo muchas, pero la más representativa es la de aquella tarde del eskimo.

Incluso hoy en día, cuando por casualidad paso cerca de un puesto de eskimos, o a mi hija se le antoja uno, me llega ese recuerdo. Y si no me compro uno, en mi mente llega el recuerdo del sabor de esa tarde; el delicioso sabor de un eskimo de vainilla que me supo tan, pero tan D-E-L-I-C-I-O-S-O…

Saludos viejita chula, donde quiera que te encuentres.

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1 Comments:

Blogger Unknown said...

Muy bonito post. Sinceramente me hiciste recordar cosas que viví con mi abuelita.

Personas que definitivamente, marcan nuestras vidas y hacen que seamos lo que realmente somos.

12:54 p.m.  

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